Desde los líricos griegos, desde la escueta frase del Hayku o los arcanos balbuceos poéticos precolombinos,
el poema camina siempre alrededor del instante congelado, huye del Tiempo porque su vocación está más allá
de cronologías. La frase poética lo es tanto en ediciones constantes como si sólo es escuchada –o leída- por un
único interlocutor, porque eso sí
, ha de oírse al menos una vez para quedar impresa en el espacio, ese que
nuestra especie ya no conocerá, pero que en otra herencia de vida diferente puede llegar a captarse en algún
milenio de éstos. Si eso es el poema, nada puede hacer el viejo Thánatos, porque la muerte, en poesía, no es
más que otro magnífico recurso literario.
Nos encontramos en septiembre. ¡Buenas vacaciones!
Solsticio II
Debes estar pensándome.
Seguro que tus sueños caminan deshilados
alrededor de gestos, de palabras, de imágenes...
Porque no es concebible que esta presencia tuya
salga sólo de ritmos interiores.
Es el rasgo ligero de tu voz conjurando
mi nombre inexistente que no pronuncias nunca,
porque acaso su acento despierte tus audacias
a las que tanto temes.
Hay llamadas, hay ecos de ti desde extensiones
que ya no pertenecen al transcurso sino que anidan en la fantasía,
naves que no lo son, ya no son naves
las naves, σε καράβια, σε καράβια.*
¿Por qué nunca tus manos, por qué no tu palabra
como antesala turbia de mis noches;
por qué no el mendigar de un beso más frecuente,
la simbiosis de espacios más cercana, sin huellas posteriores?
Debes estar pensándome porque aún no estás dormido,
porque siento tus ojos abiertos en la sombra
-aunque estemos tan lejos,
aunque océanos negros se interpongan-,
y por cómo respiras, creando melodías en el aire
en marco telepático de espectros
hasta formar el bucle de una danza.
Si tu sueño vacila porque yo estoy en él y no lo sabes,
pero lo sientes fuerte, reptando por tu piel y tu vigilia,
espérame en las fuentes de estas horas,
adentraré mi impulso por tus venas.
Sumérgete sin miedo, te soñaré tan firme
que sentirás mi cuerpo en la distancia,
al soplo de tu aliento, y dormiré contigo
hasta que el sol se inicie sobre tu incertidumbre,
mientras queda la estela de los sueños preñando la mañana,
igual que si las hadas existieran, aquellas que, de niña,
velaban en las luces de los barcos nocturnos.
los barcos, σε καράβια, σε καράβια...
Pero ya sé que el mar no perdona espejismos,
que se queda, indolente, con trozos más centrales
hasta que toda yo me sumerja en su esfera,
auténtico nirvana desde el primer aliento del planeta.
Ese mar que recoge el eco silenciado de una voz infinita,
perdida entre la niebla del futuro, imagen de un impulso
que no es sino el espejo de toda arquitectura de interiores
para encalmarla en el altar de un tótem que se nos ha cruzado
en el preciso instante de nuestro rendimiento,
como buques que arriban a su última dársena,
los buques, σε καράβια, σε καράβια...
Deseo inexistente que vas alimentando
desde hace nueve mil noches de días
porque no alienta fuera de ti mismo,
porque el amor no vive más allá de una idea,
de una estría de luces que mueren con el alba.
Por eso te preguntas, me pregunto,
Por eso te preguntas, me pregunto,
¿qué parte del cerebro recoge este mensaje;
que punto de reencuentro nos traiciona?
¿Y si el amor tan sólo es nuestro espejo,
el que conserva vivos los hologramas grises de tu rostro
a través de mi arco de ficciones?
Quizá es que al reflejarse tantas veces,
termina en lo esperable, a espaldas de la Magia.
Desleídas al aire de la noche ¿se llegarán las naves a tu fondo,
las naves rebosantes de cargas inservibles
pero también de sueños, de ficciones,
rodeando los vértices del último contacto?
Quizá tampoco lleguen a su rumbo
esas naves de melodía inversa.
Las naves, σε καράβια, σε καράβια,
en las heladas ondas fugitivas.
María del Pilar Couceiro
(junio, 2015)
*σε καράβια (se karabia = en las naves)
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