Grifaldo Toledo, Jorge

martes, 23 de junio de 2015

Poema de viernes (a través de Mª Pilar Couceiro)

En esta noche de hogueras, magia y deseos, comparto el poema que no pude publicar el viernes pasado dedicado a Cervantes...




Después de tanto fasto innecesario, a costa de los huesos de Cervantes
(que a quién le importará dónde estuvieren), celebremos su memoria
en la vertiente que más le dolía no dominar, la poesía (según sus propias
palabras, "la gracia que no quiso darme el cielo"), pero de la que no faltan
ejemplos de ingenio.


DIÁLOGO ENTRE BABIECA Y ROCINANTE

B.    -¿Cómo estáis, Rocinante, tan delgado?
R
.    -Porque nunca se come, y se trabaja.
B.    -Pues ¿qué es de la cebada y de la paja?
R.    -No me deja mi amo ni un bocado.

B.    -Anda, señor que estáis muy mal criado,
         pues vuestra lengua de asno al amo ulraja.
R.    -Asno se es de la cuna a la mortaja.
         ¿Queréislo ver? Miradlo enamorado.

B.    -¿Es necedad amar?   R. -No es gran prudencia.
B.    -Metafísico estáis.   R. -Es que no como.
B.    -Quejáos del escudero.   R. -No es bastante.

        ¿Cómo me he de quejar en mi dolencia,
        si el amo y escudero o mayordomo
        son tan rocines como Rocinante?


Miguel de Cervantes, (Alcalá de Henares, 1547-Madrid, 1616), Soneto dialogado



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viernes, 12 de junio de 2015

Poema de viernes (a través de Mª Pilar Couceiro)

Hoy Piluka nos trae una delicia entre las delicias... con la sonoridad inmensa de la lengua gallega y la delicadeza de Rosalía...



Pensando en la festividad de mañana, dedicada a San Antonio,
el casamentero por antonomasia, nada mejor que esta delicia de
Cantar cuya autora seguro que reconocéis desde el principio.
Eran otros tiempos en los que una mujer sin un hombre al lado
no era nadie. Hoy este poema, por fortuna, no tendría sentido.
El gallego se entiende perfectamente, pero pensando en mis
destinatarios de otras lenguas, incluyo al final la traducción
al castellano... en prosa, porque el gracejo rítmico del original
es imposible de reproducir.



San Antonio bendito,
dádeme un home,
anque me mate,
anque me esfole.

   Meu Santo San Antonio,
daime un homiño,
anque o tamaño teña
dun gran de millo.
Daimo, meu santo,
anque os pes teña coxos,
mancos os brazos.

   Unha muller sin home...
¡santo bendito!,
é corpiño sin alma,
festa sin trigo,
pau viradoiro
que onda queira que vaia
troncho que troncho.
   Mais, en tendo un homiño,
¡Virxe do Carme!,
non hai mundo que chegue
para un folgarse.
Que, zambo ou renco,
sempre é bo ter un home...
para un remedio.

   Eu sei d´un que cobisa
causa miralo,
lanzaliño de corpo,
roxo e encarnado.
Carniñas de manteiga,
e palabras tan doces...
cal mentireiras.

   Por el peno de día,
de noite peno,
pensando nos seus ollos
color de ceo;
mais el, xa doito,
de amoriños entende,
de casar..., pouco.

   Facé, meu San Antonio,
que onda min veña
para casar conmigo,
nena solteira,
que levo en dote
unha culler de ferro,
catro de boxe,

   un irmanciño novo
que xa ten dentes,
unha vaquiña vella
que non dá leite...
¡Ai, meu santiño!:
facé que tal suceda
cal volo pido.

   San Antonio bendito,
dádeme un home,
anque me mate,
anque me esfole,
que, zambo ou renco,
sempre é bo ter un home...
para un remedio.


Rosalia de Castro (Santiago de Compostela, 1837 - Padrón-Iria Flavia, 1885), de Cantares gallegos



San Antonio bendito, dame un hombre, aunque me mate, aunque me despelleje.
Santo mío, San Antonio, dame un hombrecito, aunque tenga el tamaño de un grano de maíz.
Dámelo, Santo mío, aunque sea cojo de los pies y manco de los brazos.
Una mujer sin hombre... ¡santo bendito!, es un cuerpo sin alma, una fiesta sin trigo, una veleta que gira que donde sea que se mueva, se rompe, se rompe.
Pero teniendo un hombrecito, ¡Virgen del Carmen!, no hay espacio que llegue para un revolcón. Que, zambo o cojo, siempre es bueno tener un hombre... para un remedio.
Yo sé de uno que causa escalofrío mirarlo, esbelto de cuerpo, rubio y sonrosado. Carnecitas de manteca, y palabras tan dulces... como mentirosas.
Por él sufro de día, de noche sufro, pensando en sus ojos color de cielo; pero él, ya muy experto en amoríos, entiende poco de casarse.
Haz, San Antonio mío, que venga a mí para casarse conmigo, muchacha soltera, que llevo como dote una cuchara de hierro, cuatro de madera, un hermanito pequeño que ya tiene dientes, una vaquita vieja que no da leche... ¡Ay, mi santito!: haz que suceda tal cual te lo pido.
San Antonio bendito, dame un hombre, aunque me mate, aunque me despelleje. Que, zambo o cojo, siempre es bueno tener un hombre... para un remedio. 


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