Y aquí estamos, perdidos en el tiempo,
frente al Tiempo seguro de los dioses
instalado en el mito,
en esa lejanía ya imposible
de rozar con las puntas de los dedos.
Y cada nuevo día se nos está escapando,
como una primavera
envuelta con los visos dorados de la muerte
que nos evade el lapso de las horas,
de lo apenas vivido.
Ya no es la nostalgia de ese ayer tan cercano,
ni siquiera es futuro,
un devenir absurdo, indiferente,
para estas proyecciones del deseo,
instante desviado de nuestros propios sueños,
el momento anterior a la vigilia, el que palpita
como en un fogonazo de conciencia,
de vislumbre imparable de otras vidas.
Y ¿dónde aquellas nieves?
Sólo queda ese momento azul de duermevela,
un instante sagrado, una vigilia,
Grial de la verdad entrelazada
en los sagaces hilos de la ficción nocturna.
María del Pilar Couceiro
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