Este portugués fue profesor y traductor, destacando también
su labor como teórico y crítico literario. Fundador en 1951
de la revista Árvore, junto con otros poetas como Antonio
Luís Moita, José Terra, Luís Amaro y Raúl de Carvalho,
lo que contrarió vivamente al Régimen salazarista a causa
de la divulgación del planteamiento de nuevos idearios poéticos.
Hay rostro en las palabras: de silencio o de sangre.
El caballo que oprime, solamente una sombra.
Las sílabas sin agua, avanzan al otoño.
Un árbol ramifica. Las nubes permanecen.
El caballo, una hipótesis, una pasión constante,
en la red de su venas corre sangre del tiempo;
un árbol se estremece con júbilo en las hojas.
Árboles y caballos se acreditan reales.
Yo, que acaricio el árbol, siento la fuerza eterna,
la frente del caballo, la infinitud del tren,
estoy en el combate y en la hoja liviana,
en la sombra de seres botánicos, anímicos,
busco el saber perfecto, la humildad detenida,
la fuerza vertical de ser quien soy, y el aire.
El caballo que oprime, solamente una sombra.
Las sílabas sin agua, avanzan al otoño.
Un árbol ramifica. Las nubes permanecen.
El caballo, una hipótesis, una pasión constante,
en la red de su venas corre sangre del tiempo;
un árbol se estremece con júbilo en las hojas.
Árboles y caballos se acreditan reales.
Yo, que acaricio el árbol, siento la fuerza eterna,
la frente del caballo, la infinitud del tren,
estoy en el combate y en la hoja liviana,
en la sombra de seres botánicos, anímicos,
busco el saber perfecto, la humildad detenida,
la fuerza vertical de ser quien soy, y el aire.
Antonio Ramos Rosa (Faro, 1924-Lisboa, 2013), Círculo Abierto
As palavras têm rosto: ou de silêncio ou de sangue. O cavalo que nos domina é uma sombra apenas.
Sem sílabas de água, avança até ao outono.
Uma árvore estende os ramos. As nuvens subsistem.
O cavalo é uma hipótese, uma paixão constante
Na rede das suas veias corre um sangue de tempo,
uma árvore se desloca com a alegria das folhas.
Árvore e cavalo transformam-se num só ente real.
Eu que acaricio a árvore sinto a força tenaz
da testa do cavalo, a eternidade férrea,
o ser em explosão e eu tão leve folha
na sombra deste ser animal vegetal
busco a razão perfeita, a humildade estática,
a força vertical de ser quem sou e o ar.
Sem sílabas de água, avança até ao outono.
Uma árvore estende os ramos. As nuvens subsistem.
O cavalo é uma hipótese, uma paixão constante
Na rede das suas veias corre um sangue de tempo,
uma árvore se desloca com a alegria das folhas.
Árvore e cavalo transformam-se num só ente real.
Eu que acaricio a árvore sinto a força tenaz
da testa do cavalo, a eternidade férrea,
o ser em explosão e eu tão leve folha
na sombra deste ser animal vegetal
busco a razão perfeita, a humildade estática,
a força vertical de ser quem sou e o ar.
Antonio Ramos Rosa (Faro, 1924-Lisboa, 2013), Círculo Aberto
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