Frecuentemente, al hablar del Grupo del 27, suelen dejarse de lado
los nombres femeninos, que hubo algunos, señeros, como esta
discípula de Juan Ramón Jiménez, cuyo nombre no adquirió
importancia hasta la década de los 90, época en la que se le
otorgó, entre otros, el Príncipe de Asturias de las Letras. Nunca
dejó de escribir.
Búscame en ti. La flecha de mi vida
ha clavado sus rumbos en tu pecho
y esquivo, entre tus brazos, el acecho
de las cien rutas que mi paso olvida.
ha clavado sus rumbos en tu pecho
y esquivo, entre tus brazos, el acecho
de las cien rutas que mi paso olvida.
Despójame del ansia desmedida
que abrasaba mi espíritu en barbecho;
que abrasaba mi espíritu en barbecho;
el roce de tus manos ha deshecho
la audacia de mi frente envanecida.
Navegaré en tus pulsos. Dicha inerte
del silencio total. Ávida muerte
donde renacen, tuyos, mis sentidos.
Ahoga entre tus labios mi tristeza,
y esta inquietud punzante que ya empieza
a taladrar mi sien con sus latidos.
la audacia de mi frente envanecida.
Navegaré en tus pulsos. Dicha inerte
del silencio total. Ávida muerte
donde renacen, tuyos, mis sentidos.
Ahoga entre tus labios mi tristeza,
y esta inquietud punzante que ya empieza
a taladrar mi sien con sus latidos.
Ernestina de Champourcin (Vitoria, 1905-Madrid, 1999), La voz del viento
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