En la Égloga VII de Virgilio, aparece el pastor Tyrsis, junto con otros nombres que,
como el de Galatea, pasarían a la literatura a través de textos tardomedievales y
renacentistas. Nuestro poeta de hoy (la niña de mis ojos), perteneciente a la segunda
generación petrarquista española, construye con esos nombres un Soneto instalado
en una imagen suave, sensual y llena de caricias turbadoras.
"Galatea en un delfín", escultura de Leopoldo Ansiglioni, fotografía de Martin Kusnadi |
Mil veces digo, entre los brazos puesto
de Galatea, que es más que el sol hermosa;
luego ella, en dulce vista desdeñosa,
me dice: "Tirsis mío, no digas eso".
de Galatea, que es más que el sol hermosa;
luego ella, en dulce vista desdeñosa,
me dice: "Tirsis mío, no digas eso".
Yo lo quiero jurar, y ella de presto,
toda encendida de un color de rosa,
con un beso lo impide y, presurosa,
busca tapar mi boca con un gesto.
Hágole blanda fuerza por soltarme,
y ella me aprieta más y dice luego:
"No lo jures, mi bien, que yo te creo".
Con esto, de tal fuerza a encadenarme
viene, que Amor, presente al dulce juego,
hace suplir con obras mi deseo.
Francisco de Aldana (Nápoles, 1537-Alcazarquivir, 1578)
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