Grifaldo Toledo, Jorge

miércoles, 24 de diciembre de 2014

Poema de viernes navideño (a través de Mª Pilar Couceiro)

Con este poema, Piluka desea una Feliz Navidad a todos, creamos o no...



... que sinceramente y con todo cariño os deseo a todos, pero
ya sabéis que la 
"pastelerosis" de estos días (por no mencionar
la hipocresía que encierran en demasiados casos) suele sacar
de mí la veta más cínica y descreída, por lo que valiéndome de
la tradición cortés de las poetisas medievales, las trobairitz, hoy
canto escepticismos.
             Un abrazo.



La Navidad inversa III
María del Pilar Couceiro


Canta, trobairitz, canta.

Canta la amargura del transcurso,
el paso de las horas peregrinas,
la propuesta vencida.
Canta las quebraduras del acento
sin bloque instrumental que las sustente,
sin argucias corales,
con la voz despojada de una máscara hueca,
con el eco imposible de un tiempo caducado.
Canta el ritmo fatal de estos inviernos,
cuando la luz opaca de la tarde sólo realza
-ante el espejo de mirada ajena-,
una cartografía de tropiezos
superpuestos a un rostro
que apenas reconozco como mío.

Canta, rapsoda, canta.

Canta la historia inversa,
los muertos esparcidos que aún alientan
invadiendo tus noches,
las viejas certidumbres de nostalgia,
las dudas nuevas,
si es que alguna quedaba por mostrarse.
Canta la indiferencia de tus frases,
la sonrisa encubierta de tu trato,
la alegría fingida, la fortaleza inútil.
Al filo de las horas, ya sestea la Muerte,
y no tanto la física, que aún puede demorarse,
sino esta otra, rígida y certera,
que ataca con un tajo al pensamiento,
partiéndolo, sin giro de retorno,
en dos mitades irreconciliables.

Entona, juglaresa; canta, lírica.

Canta, por fin, los últimos trayectos
de aquellas primaveras otoñales,
el desenlace brusco de tantos catafalcos
construidos al borde de los sueños,
artificios precarios, bambalinas perplejas.
Canta los derroteros de un poema sin nombre,
la gesta sin victoria, los héroes sin sepulcro.
Canta el olvido amable de páginas y páginas en blanco,
la primacía absurda de lo absurdo,
en juego paradójico a lo lúcido de esa misma certeza
a través de los nodos de lucha inteligente
que emana entre los vientres del dulce desatino;
que, bajada la guardia, nos prende en su momento
en equívocas cadencias de deseo resuelto en pura química,
pervertido por la literatura
-la estúpida y falaz literatura-
que se ha ido reinventado, a través de milenios,
para desaliñarse de todas las palabras,
de todos los matices del sonido.

Danza, cantora, músicas extrañas.

Pero el canto es inútil porque el mal ya está hecho.
Como la Especie tuvo que inventarse
la formidable traza de los dioses,
así se hizo emerger esa pulsión que parecía noble.
Los griegos lo captaron y crearon, sagaces,
esa imperecedera unión fraterna entre Eros y Thánatos;
el Amor como bóveda ascendente,
en prótasis de vida;
la Muerte como apódosis, para cerrar el arco,
inteligentemente,
bajo el cobijo lleno de falacias
de las divinidades imposibles.

Cierra tu canto, antigua poetisa.

Y aquí estamos, estoy,
legítima heredera de ese vector primero,
al pairo de unas fuerzas que ya no me responden,
sin aire ni carácter para la rebeldía,
poseída tan sólo por la inercia
de cada tarde nueva de este ya viejo soplo.


© Couceiro, 2014



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