Estos días se conmemoran los cincuenta años de la muerte de
este inmenso poeta del 27, uno más en la larga lista de intelectuales
españoles exiliados, tanto por sus ideas políticas como por su
condición personal homosexual, que nunca ocultó, a pesar de los
oscurantismos de la época.
Tenemos la fortuna de poder oír su propia voz.
Déjame esta voz
Déjame esta voz que tengo,
lo mismo que a la pampa le dejan
sus matorrales de deseo,
sus ríos secos colgando de las piedras.
Déjame vivir como acero mohoso
sin puños, tirando en las nubes;
no quiero saber de la gloria envidiosa
con rabo y cuernos de ceniza.
Un anillo tuve de luna
tendida en la noche a comienzos de otoño;
lo di a un mendigo tan joven
que sus ojos parecían dos lagos.
Me ahogué en fin, amigos;
ahora duermo donde nunca despierte.
No saber más de mí mismo es algo triste;
dame la guitarra para guardar las lágrimas.
lo mismo que a la pampa le dejan
sus matorrales de deseo,
sus ríos secos colgando de las piedras.
Déjame vivir como acero mohoso
sin puños, tirando en las nubes;
no quiero saber de la gloria envidiosa
con rabo y cuernos de ceniza.
Un anillo tuve de luna
tendida en la noche a comienzos de otoño;
lo di a un mendigo tan joven
que sus ojos parecían dos lagos.
Me ahogué en fin, amigos;
ahora duermo donde nunca despierte.
No saber más de mí mismo es algo triste;
dame la guitarra para guardar las lágrimas.
Luis Cernuda (Sevilla, 1902-México D.F., 1963)
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