Grifaldo Toledo, Jorge

viernes, 26 de abril de 2013

Poema de Viernes (a través de Mª Pilar Couceiro)

Para este viernes, Piluka nos invita a disfrutar de Mallarmé y Hölderlin...





Olvidemos por un momento a la fatídica Fraulein M.
y recuperemos la grandeza alemana del Romanticismo.
Hölderlein fue compañero de filosofía de Hegel,
pero se decantó por la poesía, en la que plasma  
su gran admiración por la Grecia mítica primitiva,
la anterior a la clásica, cuando hombres y dioses
aún convivían. Un mundo originario, perfecto, donde
causa y efecto van unidos. 
El poema de hoy va especialmente dedicado a mis
"gentes griegas", sobre todo, y por razones obvias, a Gemma. 
Χαιρετισμούς σε όλους και πολλά φιλιά.


LAS BACANTES DE EURÍPIDES

He venido, hijo de Jove, a esta tierra de Tebas,
Dioniso, que alumbré una vez a la hija de Cadmo,
Semele, fecundada por el fuego de la tempestad.
Y tomando figura mortal, al sitio del dios,
aquí estoy, en el bosque de Dirce, al pie del Ismeno.
El sepulcro de la madre veo, de aquella que fue en el fulgor,
allá, junto a las casas y las ruinas de las salas
humeantes, donde ahora vive la flama del fuego divino,
la eterna violencia de Hera contra mi madre.
Alabo al sagrado Cadmo, que aquí en el campo
lloró a la hija el árbol del higo. Lo he circundado
con el aroma de la uva y el verde de las vides,
y de lejos, de la tierra colmada de oro de los lidas,
de los frigios y los persas, golpeada por la luz,
en el muro de la Bactriana, a través del campo tempestuoso
de los medos, a través de los dichosos árabes,
y vagando por la eterna Asia, que yace junto a las aguas
saladas, para unos y otros, griegos y bárbaros
entre ellos confundidos, roca de ciudades con bellas torres,
así llegué aquí en una ciudad griega por vez primera
para conducir mi coro e instruir mis misterios,
pues sólo a los hombres como espíritu visible soy.
Por primera vez en Tebas, aquí en Grecia,
he elevado mi grito, tensando la piel de los ciervos.
 Johann Ch. Friedrich Hölderlin (Lauffen am Neckar, 1770 - Tubingen, 1843).




 DIE BACCHANTINNEN DES EURIPIDES

Ich komme, Jovis Sohn, hier ins Thebanerland,
Dionysos, den gebahr vormals des Kadmos Tochter
Semele, geschwängert von Gewitterfeuer
Und sterbliche Gestalt, an Gottes statt annehmend
Bin ich bei Dirzes Wäldern, Ismenos Gewässer.
Der Mutter Grabmal seh' ich, der gewitterhaften.
Dort, nahe bei den Häusern, und der Hallen Trümmer,
Die rauchenden, noch lebend göttlichen Feuers Flamme,
Die ewge Gewaltthat Heres gegen meine Mutter.
Ich lobe doch den heiigen Kadmos, der im Feld hier
Gepflanzt der Tochter Feigenbaum. Den hab ich rund
Umgeben mit des Weinstoks Traubenduft und Grün,
Und ferne von der Lyder golderfülltem Land,
Der Phryger und der Perser lichtgetroffner Gegend,
Bei Bactras Mauern, durch das stürmische Gefild
Der Meder, durch Arabien, das glükliche.
Und die ganze Asia wandernd, die am salzigen
Gewässer liegt, für beede, Griechen und Barbaren
Wie sie gemischt sind, reich an schöngethürmten Städten,
So kam ich hier in eine Griechenstadt zuerst,
Daselbst mein Chor zu führen und zu stiften mein
Geheimniß, daß ich sichtbar sei ein Geist den Menschen.
Zuerst in Thebe hier im Griechenlande,
Hub ich das Jauchzen an, das Fell der Rehe fassend.









Junto a Baudelaire y Valéry, uno de los reyes del Simbolismo francés,

antecedente de las Vanguardias, cuyo lenguaje grandilocuente no es
obstáculo para las emociones.
   
 
Leí todos los libros y está, ¡ay! la carne triste.
¡Huir, huir muy lejos! Siento a las ebrias aves
vagar entre los cielos y la ignorada espuma.
Nada, ni los jardines viejos entre los ojos,
guardará el corazón del ocaso del mar,
ni la luz que en la noche mi lámpara difunde
sobre el papel vacío que protege su albura
retendrá al corazón que en el mar se sumerge,
ni la amorosa madre que a su hijo amamanta.

¡Yo partiré! ¡Navío, tu velamen despliega
y levanta las anclas hacia incógnitos bosques!
Un tedio, desolado por la cruel esperanza,
confía en el supremo adiós de los pañuelos.

Y tal vez, son tus mástiles lanzados por el viento,
esos perdidos náufragos que no encuentran maderos,
sin mástiles, sin mástiles, ni islote en lontananza…
mas oye, corazón, el canto navegante!

Stéphane Mallarmé (París, 1842-1898), Brisa marina




La chair est triste, hélas ! et j'ai lu tous les livres.
Fuir! là-bas fuir! Je sens que des oiseaux sont ivres
D'être parmi l'écume inconnue et les cieux!
Rien, ni les vieux jardins reflétés par les yeux
Ne retiendra ce coeur qui dans la mer se trempe
O nuits ! ni la clarté déserte de ma lampe
Sur le vide papier que la blancheur défend
Et ni la jeune femme allaitant son enfant.

Je partirai! Steamer balançant ta mâture,
Lève l’ancre pour une exotique nature!
Un Ennui, désolé par les cruels espoirs,
Croit encore à l'adieu suprême des mouchoirs!

Et, peut-être, les mâts, invitant les orages
Sont-ils de ceux qu'un vent penche sur les naufrages
Perdus, sans mâts, sans mâts, ni fertiles flots...
Mais, ô mon coeur, entends le chant des matelots!

Brise marine



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